No quiero sufrir más
No se ni cuantas veces me he puesto al ordenador. Tengo los sentimientos a flor de piel y no consigo ordenar mis pensamientos. Estoy muerta, me duele todo…pero a pesar de todo me traigo mucho mas en lo personal que en lo deportivo, porque finalmente que es la vida sin esos momentos compartidos con gente especial que se van cruzando en tu camino.
Hace dos años que conocí a Ana y Xavi, regentes del hotel sant Miquel d’Ansalonga, en mi primera participación en esta carrera. El trato familiar que recibimos tejió unos lazos que perduraran en el tiempo a pesar de vernos año a año con ocasión del ultra. Llegar allí tras el largo viaje y abrazarme a ellos me hace sentir que estoy en casa.

Dos días para la salida que transcurren entre preparativos, descanso, nervios, dudas…..me siento bien pero se a lo que me enfrento, tal vez la carrera mas dura de cien millas que conozco. La Ronda del Cims no tiene piedad. Arranca la carrera, la suerte esta echada; muchas horas de lucha solitaria por delante, porque esto no deja de ser una batalla con uno mismo. Encuentro mi ritmo y voy haciendo sin preocuparme del resto. Objetivo inmediato, llegar a Margineda antes de que caiga la noche. Transcurren las horas, los kilómetros, una subida tras otras…que duro es esto! Tengo la sensación de que me esta costando mas que hace dos años. Miro el sol ya bajo, me apresuro, no quisiera estar bajando a Margineda de noche; recuerdo ese descenso terrorífico. Afortunadamente esta vez no me supone tanto desgaste. Cae la noche, las piernas no van como quisiera, me cuesta subir. Bajando los cuádriceps protestan; no me gusta. Están mucho mas cargados de lo normal. Llegar a Coma Bella me cuesta una eternidad. Ver a Eva y su familia me reconforta; se que hasta pasada toda la noche y bien entrada la mañana no volveré a encontrármelos. Paso allí mas tiempo de lo normal intentando reponerme.
`` Tal vez la carrera de cien millas más dura que conozco``Me asusta lo que viene ahora. Tengo muy presente el calvario vivido el año pasado. Me adelanta Julia, nos animamos, sube ligera, yo no tanto, pero me resulta mas llevadero de lo esperado. El frio es intenso, tengo que abrigarme. Otro descenso, subida, baja, sube…uno pierde la noción del tiempo. La horas pasan volando; amanece ya y con el nuevo día siento revivir. Mi ritmo es mas alto y alcanzo a Julia, hablamos. La veo tranquila, segura. Abro un pequeño hueco, me vengo arriba; tal vez no voy tan mal como creía. Ay! Ilusa de mi! Así, sin avisar, el hombre del mazo me da con todas sus fuerzas; la subida a Isards se me antoja demoledora.
